No descansar bien, seguir una mala dieta o no realizar estiramientos son algunos de los factores que te pueden llevar a lesionarte. Es entonces cuando tienes que iniciar un tratamiento para que no se produzcan recaídas o incluso vayan a más los daños de la lesión en cuestión. Uno de los mejores consiste en aplicar frío y/o calor.
Los resultados que se obtienen con las dos temperaturas son bastante distintos. De hecho, se recomienda optar por una u otra en función de varios aspectos que veremos a continuación.
Calor
Optar por el calor conlleva muchos beneficios, empezando por el efecto analgésico para decir adiós al dolor que causan las lesiones musculares. El desgarro de las fibras cicatriza de manera más rápida, mientras que la circulación sanguínea se ve optimizada. Por otra parte, los músculos pasan a ser más elásticos, aunque no solo ellos se benefician, sino también las articulaciones que se vuelven menos rígidas.
Momento ideal para aplicar calor
Para obtener estos beneficios de aplicar calor en una lesión es importante que lo hagas en el momento idóneo. En concreto, en líneas generales se calcula que lo ideal es justo tras haber pasado tres días desde que se produjo el daño. Por otra parte, si la afectación se ha acabado cronificando la elevada temperatura puede llegar a ser bastante beneficiosa. Así lo demuestran quienes sufren tendinitis.
Cómo se aplica
Una de las maneras más económicas y fáciles de aplicar calor en una lesión consiste en hacer uso de una bolsa de gel como la de la marca Dderma:
Frío: Alivio del dolor. Adecuado para inflamaciones, hematomas, golpes, torceduras, lesiones musculares o articulares.
Calor: Alivio del dolor muscular y articular. Adecuado para lumbalgias, tortícolis, reumatismo, hipotermia.
Simplemente métela en el microondas durante un minuto y mantendrá una elevada temperatura.
Independientemente de si optas por un calor de tipo húmedo o por aquel que es seco, en los dos casos no excedas un tiempo de aplicación de veinte minutos. Además, entre una y otra debes dejar pasar dos horas.
Los expertos recomiendan estirar los músculos tratados con calor justo después de concluir esos quince o veinte minutos, ya que ayuda a mejorar de la lesión. Eso sí, no apliques calor si hay inflamación.
Por otra parte, es importante no hacer uso del elemento que traslada calor a la zona afectada en caso de que sobre la misma anteriormente aplicases alguna de las cremas para lesiones musculares que existen. En ese caso ambos efectos se sumarían, lo cual tal vez se traduciría en causar alguna quemadura.
De hecho, incluso si no te has aplicado ninguna crema antes de ponerte algo a elevada temperatura en el área dañada es recomendable ir comprobando cada pocos minutos que la zona que estás tratando no presenta quemadura alguna. Este proceso también hay que llevarlo a cabo si te decantas por aplicar frío.
Frío
No importa qué lesión sea la que te está causando dolor, ya que en cualquier caso te beneficiarás de las propiedades analgésicas del frío, las cuales incluso superan a las del calor gracias adicionalmente al efecto sedante. Si se está produciendo una hemorragia la misma pasa a reducirse de manera considerable.
Además, al contrario que el calor, sí es ideal para las lesiones que han provocado inflamación. Tanto es así que la misma va reduciendo su tamaño y, consecuentemente, también el dolor que provoca. Por si todo ello fuera poco, estimula la circulación de la sangre, especialmente en caso de aplicarse frío en una lesión de la pierna.
Este es el mejor momento para aplicar frío
Beneficiarte a tales niveles de aplicar frío exige hacerlo justo cuando conviene. Concretamente hay que llevar a cabo esta acción inmediatamente después de haberse producido la lesión. De esta manera ya darás comienzo a la desinflamación que tan importante es para recuperarte.
Conviene seguir aplicando frío a lo largo de los tres primeros días no solo en caso de que haya tenido lugar algún tipo de contusión, ya que también es efectivo para tratar roturas de los músculos, así como esguinces.
Cómo aplicarlo
Los tiempos de aplicación son similares a los del calor. Es decir, no superes los veinte minutos en total y deja que pasen dos horas hasta la siguiente sesión de frío.
Es muy importante que, sea cual sea el elemento que elijas y que esté a una baja temperatura, no lo coloques de forma directa en la dermis. En ese caso podrías dañar la piel en forma de quemadura. Tal como hemos dicho antes al hablar sobre el calor, ve comprobando el área cada pocos minutos para asegurarte de que no se te está quemando.
Aunque ningún producto te asegurará no quemarte aplicando hielo, el más seguro en este sentido es la compresa de gel que puede enfriarse metiéndola en el congelador o, si lo prefieres, el frigorífico:
Puede ser enfriada para aliviar el dolor, la inflamación y la hinchazón.
Se adapta fácilmente al cuerpo de cada persona.
Se puede enfriar en el refrigerador o congelador.
Se puede calentar la compresa para utilizarla como un tratamiento de termoterapia de calor.
Alternar frío y calor
Un muy buen método para ciertas lesiones consiste en meterse en la ducha o la bañera e ir alternando agua fría y caliente. En concreto basta un cuarto de hora para notar los efectos beneficiosos de este tratamiento.
Empieza mojando la zona afectada con agua caliente durante tres minutos. Acto seguido haz que el agua salga fría y mantenla en el área que está lesionada a lo largo de un minuto. Ve repitiendo la operación hasta que llegues al cuarto de hora o como máximo veinte minutos.
Alternar frío y calor es altamente recomendable si en la mano o el pie tienes edema. También es ideal para tratar un esguince que afecta al tobillo. En los dos casos, antes de empezar con dicho método conviene aplicar frío durante los primeros dos o tres días.
Escrito por:
Staff FitFit.fitness
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